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Prometeo Liberado

Blog de educación y de crítica social y política que busca luchar contra la estulticia y falta de sentido común instalados en nuestra sociedad.

La libertad

La libertad

      Todos tenemos en la cabeza y en la boca palabras cuyos conceptos de referencia, por su abstracción y a veces lejanía, se antojan inaprensibles y de muy difícil definición. Sí, podemos acudir al diccionario y encontrar su significado, pero, por más que la nombremos y busquemos, ¿sabríamos definir qué es exactamente eso de la felicidad? Más que el diccionario, exploraremos nuestra memoria -o nuestro presente- para acordarnos de aquel día, aquel año, que fuimos -o somos- felices, para sentir o revivir la nebulosa sensación de cuando uno flotaba con cara risueña por encima del resto de los mortales.

      A los niños se les llena la boca con la palabra injusticia. Al mínimo revés de la vida -no me compran lo que quiero, no me ponen la nota que creo merecer- enarbolan la bandera de la  reivindicación y reclaman lo que en justicia les pertenece, para lo que suelen emplear la frase “esto es injusto”, que tan bien aprendida tienen. Pero la injusticia es una de esas palabras mayores, como, por ejemplo, que una persona no tenga para comer o viva en un país donde no exista el derecho a la educación. Cuando uno no ha experimentado la injusticia, la nombra para lo que no debiera. Es bueno que seamos reivindicativos y aprendamos a luchar contra lo injusto, pero debemos saber ver en cada cosa su dimensión exacta.

      Otro ejemplo de esto que hablamos es la palabra libertad. Son conceptos que se definen por su ausencia. Nadie se plantea la felicidad o la libertad cuando se siente feliz o libre, a no ser que antes haya experimentado la sensación contraria. Imagino que el preso o el que acaba de salir de la cárcel tendrán una idea más clara de lo que es la libertad que aquellos que no hemos sufrido cautiverio.

      Todos estamos de algún modo atados a algo: personas, lugares, costumbres y aficiones, ideas…, ataduras que no son a priori subyugantes. La libertad tiene que ver con poder elegir a qué te atas, qué lazos estrechas con la vida y por qué cosas te dejas domesticar, como domesticó una rosa a un principito.

      En lo que se ha dado en llamar Occidente, que más que geográfica es una referencia política y económica -los países democráticos y capitalistas-, nos han enseñado que somos libres, no en vano Obama y sus predecesores se hacen llamar los amos del mundo libre, y miramos a los demás países y culturas por encima del hombro -moralmente superiores- porque poseemos algo que ellos no tienen, un concepto abstracto, ininteligible, que no creo, por otra parte, que sepamos concebir y mucho menos disfrutar.

     Somos libres y en aras de la libertad damos por buena la caza de brujas liderada por Joseph McCarthy, porque para ser libres no puede haber comunistas; somos libres pero aceptamos la tortura y la prisión sin juicio en Guantánamo; somos libres pero limitamos la libertad de conciencia en el País Vasco. Es como cuando Napoleón Bonaparte quiso imponer la Liberté, Égalité, Fraternité en toda Europa a golpe de bayoneta.

      Discutiendo acerca de Cuba, una amiga me dio una definición de la palabra libertad que no se me olvidará nunca: en España éramos libres porque podíamos elegir entre comprar unos Levis o unos Lee y allí tenían que quedarse con lo que había. Bonita definición, le dije, y muy profunda. Para mí la libertad tiene que ver sobre todo con la posibilidad de pensar y decir lo que uno quiera -con el consabido límite del derecho a la dignidad de los demás-, con la posibilidad de moverse sin restricciones, con que el Poder, llámese Estado o El Corte Inglés, no interfiera en las vidas privadas. La libertad de movimiento sí la tenemos. Prueba de ello es que muchos jóvenes, no sé por qué, se están yendo a Alemania. Podéis argumentar que en España somos libres para pensar y decir lo que queramos. Más de la cuenta, diría yo, pues da la sensación de que en este país la calumnia, la mentira y la difamación son gratuitas, e incluso producen suculentos réditos. Podemos decir que el Presidente del Gobierno es un tonto de baba y no nos pasará nada, pero ¿de verdad creéis que hay libertad de pensamiento? Para que ello ocurra primero tiene que haber pensamiento y eso aquí pasó de moda hace muchos años. Más bien lo dejamos en manos de profesionales: articulistas, políticos, tertulianos… y asumimos sus teorías y lugares comunes como nuestros propios. A una libertad de pensamiento dirigida desde Arriba, desde los que buscan el pensamiento único, no creo que se le pueda dar tal nombre.

      Como ya expresé en el primer artículo de este blog, La Tontocracia, estas democracias están diseñadas para que nos creamos libres sin serlo, un sistema perfecto contra el que el ciudadano no lucha y deja así las manos libres a los poderosos. ¿Cuáles son las herramientas que usa el Poder para subyugarnos? En primer lugar los medios de formación, particularmente la televisión, no sólo ofreciendo una visión interesada de los acontecimientos, sino también, y sobre todo, enfocando los temas de conversación de la gente y la duración de los mismos según lo que les interese a ellos. La salud y el deporte son otra útil herramienta para adormecer al Pueblo: si te preocupas demasiado de tu cuerpo, olvidas el espíritu. Muy a mi pesar, he de decir que el Sistema Educativo, al contrario de lo que se piensa, también está sirviendo para la subyugación, pues, además de matar la creatividad, está diseñado para normalizar a los alumnos, conducirlos por un camino de donde saldrán preparados para trabajar y ser útiles para las empresas. Y nuestros momentos de ocio nos los llenan de fútbol o música y cine también normalizados.

       Hay un concepto antagónico a la libertad : la seguridad, por la que hemos apostado ciegamente, sobre todo a partir de aquel punto de inflexión que fueron los atentados de Nueva York. Vivimos con miedo a entelequias y cedemos al Estado, y peor, a empresas privadas, cada vez más parcelas de libertad para poder sentirnos seguros. Ayudados por la informática y la estadística, tienen de cada uno de nosotros tal cantidad de datos que es imposible zafarse de sus garras.

      Esta crítica a los sistemas democráticos no significa que apueste por los dictatoriales. Todo lo contrario. Pero creo que nos haremos un flaco favor si no desenmascaramos sus debilidades o, más bien, su fortaleza contra los individuos. Sólo luchando contra la opresión -se vista del color que se vista- podremos ser personas completas. Mientras no lo hagamos, la libertad seguirá siendo sólo una palabra escrita en la pared.

Fernando Rivero García

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M
Cuanta razón tenían McCarthy y Trosky.